El ideal estético actual: cuidarte… o corregirte
Vivimos en una cultura que habla constantemente de cuidarse, de comer mejor, de entrenar más, de invertir en una misma y de tener una piel impecable. A primera vista parece un mensaje saludable, pero cuando lo miramos de cerca muchas mujeres cuentan algo distinto: sienten una presión silenciosa por ser impecables. Físicamente, emocionalmente y en cada plano de su vida. No basta con estar bien; parece que hay que estar perfecta. Y, sin darnos cuenta, esa exigencia empieza a calar muy hondo.
Hoy los ideales no giran solo en torno a la delgadez. El estándar actual es más complejo y contradictorio: hay que ser delgada, pero tonificada; fuerte, pero sin volumen “de más”; natural, pero sin arrugas ni poros; disciplinada con la comida, pero sin parecer obsesiva; segura de una misma, pero con una piel perfecta. Este “ideal fit-estético” combina dieta, entrenamiento, skincare, retoques estéticos y hábitos hipercontrolados, empaquetándolo como autocuidado cuando a menudo es puro control camuflado.
Cuando los hábitos saludables se convierten en vigilancia
En consulta vemos que muchas mujeres empiezan a relacionarse con la comida y el cuerpo desde un lugar aparentemente inocuo: comer “más limpio”, eliminar ciertos alimentos, entrenar un poco más, probar un reto detox, hacer ayuno intermitente o cambiar su piel con rutinas exigentes. Y claro que puede ser saludable cuidarse. El problema es cuando, sin que una lo note, ese “cuidarte” se convierte en vigilarte, corregirte y exigirle a tu cuerpo que encaje en un molde imposible. Lo que comenzó como una elección acaba transformándose en un deber.
La evidencia es clara: los TCA rara vez empiezan con un trastorno. Empiezan con hábitos que se refuerzan porque la cultura los aplaude. No notas el riesgo porque todo el mundo a tu alrededor hace lo mismo. Pero internamente ocurren señales —a veces pequeñas, otras muy visibles— que indican que la relación con el cuerpo empieza a tensarse. Aparece la culpa después de comer algo que “no tocaba”, el ejercicio deja de ser un deseo y se vuelve una obligación, la comparación con otras mujeres se normaliza, la báscula determina el ánimo del día, la piel o el abdomen se convierten en obsesión. Y todo esto va generando una sensación íntima de “no llego”, “no es suficiente”, “debería ser mejor”.
La autoexigencia como raíz emocional del malestar
Uno de los factores más importantes, y que más se repite en mujeres que terminan desarrollando un TCA, es la autoexigencia. No esa autoexigencia sana que nos ayuda a avanzar, sino una forma interna de relacionarse con una misma basada en el rendimiento, en la perfección o en la idea de que hay que hacerlo todo bien para merecer tranquilidad.
La investigación muestra que este rasgo, cuando se combina con presión estética, estrés emocional o historias de apego marcadas por la crítica o la falta de sostén, puede hacer que el cuerpo se convierta en una zona de control: si no puedo controlar mi vida, al menos controlo mi cuerpo. Si no sé cómo gestionar lo que siento, al menos regulo lo que como. Si no me siento suficiente, al menos intento “serlo” desde fuera.
Muchísimas mujeres llegan a terapia diciendo: “Yo nunca pensé que esto me pasaría”. Porque no estaban buscando adelgazar “a toda costa”; estaban buscando sentirse mejor consigo mismas. El problema es que la cultura estética actual vende bienestar con la misma lógica con la que vende exigencia: perfección, disciplina, constancia, logro. Y cuando la autoexigencia interna se alinea con ese mensaje externo, la relación con el cuerpo se convierte en un campo de batalla en el que siempre se pierde.
El terreno en el que puede crecer un Trastorno de la Conducta Alimentaria
Todo esto no significa que una persona tenga un TCA. Pero sí constituye el terreno en el que un TCA puede desarrollarse si se suman otros factores emocionales, relacionales o biológicos. En el fondo, cuando trabajamos con pacientes que han desarrollado un trastorno alimentario, lo que vemos no es una historia de comida: es una historia de exigencias, heridas, comparaciones, silencios, mandatos familiares, falta de sostén emocional o inseguridades enquistadas. El cuerpo acaba siendo el escenario donde se representa lo que no tiene espacio en ningún otro sitio.
Por eso es tan importante poder hablar de esto antes de que el malestar crezca. Reconocer si la comida, el cuerpo, el ejercicio o el skincare están ocupando más espacio del que deberían. Observar si una empieza a vivir desde la deuda, desde la corrección constante o desde esa sensación tan dañina de “no soy suficiente”. Y, sobre todo, pedir ayuda cuando la relación con el cuerpo deja de sentirse libre y empieza a sentirse rígida, exigente o dolorosa.
Un camino posible hacia una relación más libre con el cuerpo
La recuperación —cuando el malestar ya ha avanzado— siempre es posible. Pero acompañar estos signos temprano es una forma de prevención real y eficaz. No se trata de renunciar a cuidarte, sino de dejar de hacerlo desde el miedo, la comparación o la autoexigencia. Se trata de construir una relación con tu cuerpo que no esté gobernada por la culpa o por la mirada externa, sino por tu bienestar interno.
En Nalu Psicología trabajamos desde una mirada relacional e integradora para ayudar a mujeres que se encuentran justo en este punto: no saben si tienen un trastorno, pero sí saben que no están en paz con su cuerpo. Si te ha resonado algo de lo que has leído, podemos orientarte, acompañarte y ayudarte a entender qué te está pasando. No tienes que hacerlo sola.
Cuando pensar en el cuerpo, la comida o el gimnasio empieza a ocupar más espacio del que debería, es señal de que necesitas otro tipo de cuidado.
En Nalu Psicología podemos orientarte y acompañarte para recuperar una relación más libre contigo.