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Imagen de una mujer cansada o angustiada frente a un ordenador para retratar la incertidumbre que producen situaciones de crisis como el apagón

Cómo afecta la incertidumbre a nuestra salud mental

Cómo afecta la incertidumbre a nuestra mente: una mirada psicológica tras el apagón y otras crisis recientes

La incertidumbre se ha convertido en una habitual compañera en nuestras vidas. El apagón masivo que vivimos hace unos días se suma a otras crisis recientes —como la pandemia de COVID-19 o la inestabilidad global— y ha generado un notable aumento de discursos alternativos que buscan dar sentido a lo ocurrido y pueden afectar a nuestro bienestar emocional.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué hay detrás de esa necesidad casi urgente de encontrar explicaciones a lo que ocurre?

Para nuestra mente, la falta de certezas es especialmente difícil de manejar. La forma en que respondemos a la incertidumbre está profundamente determinada por la estructura psíquica que hemos desarrollado, pero también por el contexto social, económico y cultural en el que hemos crecido.

Cuando sucede algo que rompe la normalidad, como un apagón repentino, las personas reaccionamos de formas muy distintas. Para algunas, estos hechos despiertan interés y reflexión crítica. Para otras, ansiedad intensa, necesidad de control o incluso desconfianza hacia cualquier explicación oficial.

Lo cierto es que nuestras respuestas no son casuales. Son el resultado de una combinación compleja entre lo vivido internamente —nuestro estilo de pensar, sentir y vincularnos— y el entorno que nos ha ido moldeando. Como plantea el psicólogo Georges Escribano, experto en psicosocionomía, no se puede entender la vida psíquica si la separamos del cuerpo, de la historia personal, y también de la sociedad en la que esa historia se ha construido.

Formas de reaccionar ante la incertidumbre: respuestas comunes desde la psicología

En momentos de crisis pueden observarse distintos modos de reacción. Cada uno responde según sus recursos emocionales, su historia y la forma en que ha aprendido a enfrentarse al no saber.

Búsqueda de certezas

Hay personas que tienden a buscar figuras externas que den certezas absolutas. Para ellos, la ambigüedad complicada y poco tolerable, porque activa una vivencia interna de amenaza y caos. Cuando la autoridad institucional no ofrece respuestas claras, estas personas pueden volcarse en narrativas alternativas que les devuelvan una sensación de control.

Desconfianza

Ante situaciones de crisis, hay personas que desconfían. Ven en cualquier mensaje institucional una posible manipulación y se protegen adoptando posturas contrarias o autosuficientes, aunque eso las aísle o rigidice aún más.

Buscar culpables

También están quienes necesitan que alguien tenga la culpa: encontrar un “responsable externo” permite calmar una ansiedad que de otro modo sería difícil de metabolizar y ayuda a organizar el caos interno en una narrativa más sencilla.

Desconexión, minimización de la situación

Hay quien se desconecta, como forma de defensa. Relativiza todo, resta importancia, minimiza lo ocurrido. No se trata de indiferencia, sino de una manera de protegerse ante una realidad que perciben como demasiado abrumadora o incomprensible.

Anticipación de escenarios negativos

También hay quienes, sin llegar a desconectarse ni buscar culpables, viven la incertidumbre desde una activación constante. Se preocupan excesivamente, anticipan escenarios negativos y tienen dificultades para desconectar mentalmente del problema. Su mente no para: revisan la información una y otra vez, intentan prever todas las posibles consecuencias, se agotan buscando respuestas que no llegan. Esta forma de ansiedad se sostiene más en la rumiación que en la acción, y aunque no siempre se expresa hacia fuera, internamente puede generar un gran desgaste emocional.

Tolerancia a la complejidad

Y luego están quienes pueden tolerar la complejidad. No necesitan tenerlo todo claro para poder avanzar. Pueden convivir con versiones múltiples, hacerse preguntas sin necesidad de respuestas absolutas, y cuestionar sin romper el vínculo con la realidad. Esta forma de reaccionar no es “mejor”, pero suele indicar una base interna más estable, donde el desorden del mundo no implica desorden interno.

Cómo influye la cultura y el contexto social en nuestra forma de vivir la incertidumbre

España, con una historia reciente marcada por transiciones abruptas, crisis económicas cíclicas, polarización política y una desconfianza estructural hacia las instituciones, presenta un terreno propicio para la difusión de explicaciones alternativas en momentos de crisis. A esto se suman desigualdades económicas, dificultades en el acceso a una educación crítica y un uso emocional de los medios de comunicación.

Nuestra cultura valora lo cercano, lo espontáneo, lo vivido. Esa riqueza humana tiene un enorme valor, pero también implica que en momentos de desestabilización es más fácil recurrir a explicaciones inmediatas, simples o incluso polarizadas, antes que sostener el vacío que deja la pregunta sin respuesta.

Reacciones impulsivas en redes sociales: una respuesta al caos o una búsqueda de control

En los últimos días hemos visto cómo personas conocidas —incluso figuras públicas— han compartido interpretaciones alternativas o teorías no contrastadas ante lo ocurrido. A menudo, este tipo de reacciones generan una oleada de críticas en redes sociales, e incluso disculpas posteriores.

Desde una mirada psicológica, conviene recordar que muchas veces estas respuestas surgen como intentos —más o menos acertados— de dar estructura a lo que nos desborda. No se trata de ignorancia ni de mala intención, sino de una necesidad humana de organizar lo incierto, de protegerse psíquicamente cuando no hay respuestas claras. Comprender esto nos permite mirar con más compasión, incluso cuando no compartimos la forma, porque en el fondo todos tratamos de sostenernos como podemos.

La psicoterapia como un espacio de comprensión para la incertidumbre

En consulta, muchas personas llegan preguntándose por qué les afecta tanto la incertidumbre, o por qué necesitan entenderlo todo para sentirse en calma. Entender cómo hemos aprendido a responder al mundo, y de dónde viene esa necesidad de control, es parte del trabajo terapéutico.

Desde la psicología, comprender estas formas de reacción nos permite intervenir con más empatía. No se trata de juzgar ni de patologizar, sino de entender que detrás de cada respuesta hay un entramado psíquico y cultural que busca adaptarse como puede. Acompañar a alguien en el proceso de darle sentido a lo que vive —sin imponer una verdad ni negar su malestar— es uno de los desafíos centrales del trabajo clínico en tiempos como los que atravesamos.

Como sociedad, también tenemos un papel. Podemos contribuir dejando de juzgar las diferencias en cómo cada persona vive la incertidumbre. Entender que cada reacción parte de una historia, un marco de referencia, un modo de interpretar el mundo. Nadie posee certezas absolutas. Y reconocer esto ya es un paso hacia una convivencia más empática, más humana y más consciente.

Porque la incertidumbre no va a desaparecer. Pero sí podemos fortalecer la capacidad de habitarla sin que nos desborde.

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