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Vuelta al cole: con la ilusión de un niño 

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Ariadna Cuyás

Psicóloga y psicoterapeuta de adultos en Rubí y Barcelona en Nalu Psicologia.

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La anticipación es una forma de afrontar la incertidumbre y tener un mayor control (percibido) de nuestro entorno.

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La Psicoterapia es un proceso complejo. Los psicólogos nos preparamos durante al menos cinco años y aun así sentimos que cuándo salimos de la carrera bien poco sabemos de la mente humana. Es por ello por lo que la mayor parte de nosotros seguimos estudiando y formándonos durante todos nuestros años de profesión, para dar un mejor servicio y poder ayudar de la mejor forma a las personas que vienen a vernos.

La vuelta al cole supone retomar viejas rutinas, horarios, obligaciones y responsabilidades. Nos vemos empujados a una espiral que nos traga, casi de manera inmediata, recién llegados de vacaciones. El cambio puede ser abrumador para los adultos, pero casi de manera automática, los niños caen también en esa espiral convirtiéndose en un proceso aún más abrupto y difícil de asimilar para ellos.

Hoy quiero comenzar este artículo con un ejercicio: “cierra los ojos, permítete volver a tus 9-10 años, por estas fechas, pongamos que te digo primeros de septiembre, ¿Qué es lo primero que te viene? (haz una pausa y visualiza la escena con detenimiento) recuerda una imagen cotidiana en esas fechas, puede ser yendo a recoger el libro que faltaba, pasándote por un gran almacén para comprar la mochila nueva que habías visto en el escaparate que te gustaba tanto o cuando estaban de moda las de ruedas, buscando esa mochila de carrito que tuviera una buena medida para ti. También seguramente, vengan esos momentos de ir a probarte la ropa del año anterior que te quedaba pequeña, sobre todo los zapatos y deportivas. Seguro que además de una imagen, aparecen ciertos olores como el de los libros recién comprados, el forro de plástico recién abierto, los lápices de colores que ansiabas por estrenar… Daba la casualidad que en alguna tienda te encontrabas con un compañero o compañera de clase, y con ilusión os contabais rápidamente el verano, las ganas que te entraban de verles a todos, incluso a los profes. Y al encender la televisión, ¿Qué coleccionable te gustaba más? ¿Cuál decidiste hacer?”

Es cierto, que quizás también te hayan venidos recuerdos que te traen nervios por saber cuál iba a ser tu clase ese año, tu tutor. Puede que incluso haya aparecido el miedo, porque no querías encontrarte con algún compañero o compañeros que te hacían incluso no querer ir al cole, o miedo porque no querías que te cambiaran de clase ya que dejarías de ir con tu mejor amigo y no podríais sentaros juntos.

Al crecer, tu “vuelta al cole” se convierte en una vuelta al estrés: septiembre se transforma en una vuelta a la rutina, esa rutina que genera en muchas ocasiones el “me falta tiempo”, que deja pocos momentos para disfrutar y poco tiempo también para poder estar, en un estar en contacto con los tuyos o contigo mismo.

Al igual que los adultos muchos niños dejan de disfrutar del proceso, de los preparativos, de sus ilusiones, de nervios de esos que te hacen revolotear el estómago, aunque de manera agradable, se vuelve estrés y muchas veces se refleja en síntomas somáticos como dolores de tripa o de cabeza, vómitos, no dormir bien… La vuelta al cole se convierte en una vuelta a los miedos que se dejaron aparcados en junio, y las expectativas para este curso se transforman en ansiedad.

La ansiedad que puede despertar en los hijos la vuelta al cole muchas veces tiene que ver no sólo por la anticipación de cosas que pueden darles miedo o crearles preocupación, también por el hecho que supone “perder” esos momentos agradables que pasan junto a sus padres o familia extensa que a menudo no ven tanto, sintiendo perder esos momentos de libertad o diversión.

Los adultos además reflejamos nuestro cansancio y desmotivación por la vuelta a nuestro trabajo habitual y la pereza que nos entra cada vez que debemos retomar nuestras responsabilidades diarias. Esta falta de energía hace que nuestro cuerpo esté más cansado, y como padres podamos estar más irascibles o con menos paciencia para el diálogo, dar o escuchar explicaciones, resolver conflictos o cuestiones que los hijos puedan plantear y necesiten responderse de manera inmediata.

Una buena manera de facilitarnos la vuelta, es compartir los nuevos proyectos que tenemos por delante, la ilusión que nos despiertan, no compartir sólo lo duro que está siendo todo y su parte negativa. Poder verbalizar lo que pensamos que necesitaremos y qué nos irá bien este año que no tuvimos o pudimos hacer el anterior, comprometernos juntos a lograrlo, seguir manteniendo momentos de compartir juntos en familia ratos de ocio, continuar disfrutando del aire libre con actividades que podamos planificarnos para entre diario y el fin de semana. Es esencial que hagamos actividades para nosotros mismos, que nos revitalicen y nos llenen de energía positiva.

Permitir que los horarios vayan cambiando progresivamente hasta volver a habituarnos al horario normal, sin que sea un motivo de discusión o conflicto ya que es normal que a todos nos cueste dormirnos a la hora que tenemos establecida, y más aún levantarnos.

La planificación puede ayudarnos a organizarnos y será un gran aliado para ir incorporando progresivamente los planes y las actividades placenteras, no sólo nuestra jornada laboral, en los horarios que disponemos. También lograremos que los pequeños puedan tener cierta conciencia de lo que pasará: de cuándo comienzan el cole, las clases extraescolares, el comedor… y puedan tener cierto control sobre lo que va a pasar, pudiendo hablar sobre sus expectativas. Del mismo modo, nos aseguraremos de darnos motivaciones diarias, pequeños premios, que hacen que todos disfrutemos de este proceso.

La propia naturaleza nos muestra como también ocurre un período de transición, hay días que parecen verano, otros que de repente ha llegado el invierno sin pasar por el otoño, entre tanto llueve y permite que los árboles comiencen a cambiar su hoja, que las temperaturas comiencen a ser más suaves…hasta que todo se acomoda para que el otoño comience, en realidad, ya va comenzando progresivamente.

Cuando los niños sienten que ponemos esa estructura, y que nosotros también estamos en el proceso de adaptación, se pueden dar el permiso de compartir esas inquietudes y temores respecto al nuevo curso, podemos ser conscientes de nuestros ritmos de adaptación a los cambios. De esta manera, ambos comenzamos a disfrutar de esta etapa de adaptación como un proceso que puede ser agradable, que respeta los ritmos, y en el que todos participamos.

Raquel Montero 
Psicóloga infanto-juvenil y de adultos. Psicoterapeuta analista transaccional- integrativa. Especialista en dificultades de aprendizaje, desórdenes alimentarios y gestión emocional.

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